94. La sentencia contra los chicos de Altsasu.

No podemos olvidar que ha sido COVITE y  de la mano Consuelo Ordóñez, su presidenta, quienes han actuado de coartada para que la Audiencia Nacional juzgara el caso para que fuera posible la injusticia.

Una mujer cuyo hermano fue una víctima de la aberración moral y política que hemos sufrido en esta tierra y que vamos todos dando pasos para alejarnos de ella y una asociación que llevan alimentado el odio y la revancha con la que resarcir a sus muertos creando otras víctimas que no solo no son culpables de nada sino que tampoco les van a resarcir de su dolor legítimo y que esperemos que en el fondo no les alivie su condena porque entonces sí que estaríamos en una situación muy grave.

O es que ¿quizás todavía estemos…?

Hay demasiada gente que está utilizando el dolor por el dolor.

Si vemos el origen del odio y sus argumentos, observamos que en este caso ha habido un interés que ha ayudado a construir el relato de delito de odio para impedir que estos jóvenes tuvieran un juicio justo. Gentes y organizaciones que lo único que quieren es perjudicar a quien pase por ahí y que cualquier juicio posterior no sea justo nunca: jamás.

Inocentemente esperamos que los jóvenes de Altsasu obtuvieran la absolución. Mucho antes de que amaneciera la sentencia estos inocentes ya habían pagado más de lo que debían. Han pagado por los demás, por los de ahora y por los de antes y han pagado con un trozo de sus vidas por la culpabilidad de algunas razones que si existieron no existen y que si existen son tan inmutables que nunca cambiaran por una sentencia.

Estos jóvenes no pueden ser condenados por nuestras viejas guerras.

En este momento sentimos el dolor que sienten estos jóvenes y sus familias que han de asumir su condena con una dignidad que necesita de todas dignidades y que nos duelen en el alma tanto como a ellos.

La sentencia rezuma odio por todos los costados, odio de aquel que se guarda en un arcón donde ya no queda más que odio. Odio visceral que crece con el estudio de las leyes y las sinsorgas que han de sostener.

Veremos si los organismos que critican la sentencia son coherentes y dejan de tratar con la relevancia obligada que nunca tuvieron, a estas asociaciones y personajes, porque siempre tuvieron todo lo contrario.

 


71. El respeto a la Ley.

El sistema en el que vivimos se define por ser un Estado de Derecho que se mantiene en movimiento bajo el Imperio de la Ley y que por lo tanto tenemos la primera obligación en respetar las leyes que nos hemos dado aunque no sepamos: ni quién,  ni cuándo, ni cómo. ni dónde…

Aunque todos sabemos que esta verdad es una gran mentira porque este sistema democrático y de derecho a de partir del principio de que somos iguales ante la ley y no lo somos. Desde muchos aspectos no podemos decir que la ley nos iguale sino que claramente nos diferencia como tampoco podemos decir que se aplique: ni igual, ni siempre.

¿Qué debemos hacer con la Ley…?

Respetarla o cambiarla.

La hemos de respetar y tratar de cambiarla.

La hemos de respetar si no hay manera de cambiarla.

El respeto a la Ley no hace una sociedad más justa, ni  quienes nos gobiernan. Los grandes pasos que ha dado la sociedad por su propia cuenta y destino, han sido pasos que han superado grandes injusticias sociales y se han dado sin respetar la ley y en todo caso saltándola. Aquellos hombres y mujeres saltando la ley entonces: hicieron justicia.

Porque observamos que vivimos tiempos en los que las Leyes parecen estar pensadas para fabricar injusticias y quienes tendrían que estar atentos a las injusticias que producen las leyes y que son quienes las hacen y quienes las aplican, se empeñan en mantenerlas.

Incluso personas bien dispuestas, en un desconcierto infinito, se convierten a diario en agentes de la injusticia y por su causa estamos viviendo momentos en los que lo justo es estar en contra de la Ley.

Para la sociedad es más deseable cultivar el respeto al bien que es cambiante con el paso del tiempo y de las circunstancias en las que vivimos, que el respeto a la ley que se muestra impasible e inmutable.

Al parecer la Ley se puede cambiar siguiendo unos procesos que están diseñados desde la idea de que cambiar las leyes sea imposible. Así tenemos leyes que nunca harán a los hombres libres y menos si quienes las hacen y utilizan es para amarrarlos y cortarles los caminos.

Somos las gentes las que hemos de hacer las leyes abiertas y libres.

 


62. Desobediencia civil.

La desobediencia civil es una actitud individual que sutilmente se desarrolla en el interior de la sociedad y que trata de hacer frente a la dominación que procuran los poderes políticos y deslegitimarlos.

Quien desobedece, despliega su pasividad en muchos terrenos y en todo caso no colabora en ninguna caso con las poderosas intenciones.

En estos tiempos, la desobediencia es el instrumento político que más garantías ofrece de romper aquello con lo que se quiere acabar.

Una herramienta que no se puede entender como un martillo que rompen una pared a golpe de violencia sino como unas manos que abren un huevo para aprovechar luego sus exquisiteces.

Parte de la idea de que las personas antes de tener la condición de ciudadanía son personas y que la persona que desobedece valora que le cuesta menos en todos los sentidos asumir la condena que pudiera tener la desobediencia al Estado que el obedecer, que obedecer le costaría mucho más puesto que ese sentiría mermada en mi propia dignidad.

Desde la legitimidad que llena a cada persona, la desobediencia se realiza contra acciones y decisiones  concretas del Estado o contra leyes que estando en vigor se consideran injustas. En sigilo en todo caso se cuestiona la autoridad moral del Estado para hacer determinadas cosas aunque tenga una mayoría de la población que avales sus decisiones.

La desobediencia política se realiza silenciosa de varias maneras:

-        La objeción fiscal aunque al final sea mayor el coste económico.

- El boicot a determinadas obligaciones aunque se cierren puertas.

- La objeción de conciencia para oponerse a algunas obligaciones.

- La no colaboración con determinadas tradiciones o costumbres.

Por lo tanto, desde la desobediencia civil al proponer una iniciativa tan radical, en la sociedad políticamente correcta, peligra su equilibrio y su funcionamiento y exige más fuerza de control de sus gestores.

La realidad que cada día estamos más personas que de alguna manera practicamos la desobediencia civil y que en los últimos tiempos estamos en un proceso de aprendizaje con el que silenciosamente se pueden cambiar muchas conductas del poder y aspectos de sus leyes.

Hacemos lo que nos dé la gana pero mejor sino lo decimos a nadie.

 


61. Obediencia/desobediencia.

En nuestro entono hay muchas instituciones que tienen un manual de instrucciones sobre la obediencia debida que exigen a sus miembros y que en buena medida se han instalado en la conciencia colectiva.

La familia, la escuela, la religión, la empresa, el partido, la secta.

La asunción de la obediencia por parte de la población es la mejor forma de control social infalible que tienen las autoridades para poder ejercer su poder y por eso la obediencia está indeleblemente engrasada.

Esta sumisión personal produce gran satisfacción a muchas gentes e instituciones y ofrecen y exigen obediencia a quien haya que obedecer y que las cosas vayan como dios manda, que casi siempre es al carajo.

Obediencia ciega sin demora y sin discusión a la autoridad.

Pero sin embargo una de las actitudes más generalizadas en el género humano es la tendencia intuitiva a desobedecer cualquiera de las normas de establecidas y en todo caso al quien le ordena directamente.

En el fondo de la condiciones establecidas por la sociedad en la estratgia de la obediencia está la conciencia de que hipotéticamente puede equivocarse el que ordena pero que sin embargo hay que acatar la orden obedientemente… pero en el fondo del entendimiento humano, cargado de más o menos inteligencia, queda la duda de que si quien hemos de obedecer está equivocado: mejor no obedecer.

La prueba de que hemos nacido para desobedecer es que hemos pasado años y generaciones educados en un ambiente y una cultura en las que se aconseja mucha veces por urbanidad obedecer y siempre se ordena obedecer como si fuera una cuestión militar o religiosa pero que en realidad, cada persona, ante cada circunstancia, hace lo que le da la gana y obedece nada más a lo que está de acuerdo en obedecer.

Ahora hay nuevas técnicas de los que tienen el poder que ofrece para ejércelo, a modo de una variante de obediencia y para poder exigirla luego, tener siempre la disposición a obedecer a quienes siempre han estado obedeciendo.

En realidad eso es increíble. No es posible una práctica de este tipo.

En este rincón en el que escuece la inconformidad a ninguna persona ni poder le vamos a pedir obediencia ni se la vamos a brindar.